Estoy a punto de dejar los 33 años, estos 33 años que, en el último añoy medio ha cambiado tanto que me sigue costando trabajo entender que la misma persona fui y soy yo.
Estoy por cumplir 34 años, tres semanas después de mi cumpleaños me caso y no puedo creer que esté diciendo eso en voz alta. Estoy por cumplir 34 años y la pancita que estuvo amenazante los últimos 10 ya es una realidad que me hace todavía más difícil verme en un espejo: tengo año y medio insistiendo que mañana sí me levanto temprano para correr, pero las pesadillas y la alergia de media noche no me dejan ganas para vestirme a las 5:30 de la mañana y salir a correr sólo 2 kilómetros porque ni yo ni mi perro podemos aguantar más: tenemos rodillas y cuerpos repletos de achaques.
Estoy por cumplir 34 años y parece que cada semana estoy cuestionando algo que (me negaba a aceptar que no) tenía perfectamente claro: cómo me vivo en este cuerpo que me ha sobrevivido a todo, cómo me veo en un espejo, qué quiero hacer con lo que sigue en mi vida. Se suponía, en mi cabeza de puberte, que a los 30 ya estaría terminando la subespecialidad y que tendría ya una vida formada, clara y sin tantos problemas. Pero acá andamos.
34 años de priorizar, siempre, cómo entiendo el mundo: todos los libros, las teorías, los manuales de sociología y los tomos y tomos de análisis literarios para dos tesis que, en un momento icónico de terapia, nos dimos cuenta que explicaban más de mí que lo que pude escribir de Alfonso Reyes o José Gorostiza. 34 años de que la frase “demuéstrales que eres más inteligente que ellxs” esté tatuada en mi cabeza y que sea la forma como enfrento cada problema que se cruza mi camino. 34 años y, ahora, que necesito entenderme a través del cuerpo, la teoría no me es suficiente:
“Está muy bien la teoría, en serio, creo que es una parte esencial de tu experiencia trans, pero deberías de preguntarte, más bien, qué es lo que te gusta a ti, qué le prende a tu cuerpo?”, me dice mi terapeuta cuando me pregunta “¿y qué te gusta?” todas las semanas, y cada semana le respondo con libros, citas, dudas teóricas, pero nunca puedo responderle, porque tengo un vacío enorme en todo lo que atraviesa mi cuerpo y sea placentero.
A los 20 años, en plena carrera, decía cada que me ofrecían drogas que no, gracias, porque tenía miedo de qué podía sacar de mí. En 2014, cuando me fui de intercambio a Argentina, viví tan sole que esos miedos se convirtieron en semanas enteras encerrade en el cuarto de la casa de huéspedes, tratando, probando todo para no pensar en mis propios pensamientos, en mi cuerpo que me urgía a salir.
Cumplo 34 años, la vida no está siendo, ni de cerca, como la tenía planeada, pero ha sido una vida que ha valido vivirla. Cumplo 34 años y, siento, sigo en esta segunda adolescencia de todas las experiencias que nunca viví plenamente por tener que pasar, al menos, 20 años pretendiendo ser quien no era.