Cómo los medios y las redes sociales nos prepararon para la IA
Desde 2008, los medios mexicanos y de Latinoamérica cedieron a las exigencias que las plataformas digitales llegaron a imponer. Y luego llegó la IA generativa
Una de las razones por las que se cree que el avance de la inteligencia artificial generativa (GenIA) es “irrefrenable” es porque parece que llegó de la nada y a ocupar vacíos que las audiencias, el mercado y los medios no estaban reconociendo: como un acto de magia, esta tecnología —con todo y sus fallos, alucinaciones, problemas éticos y legales—, se materializó en el aire para que el público en general se beneficiara de sus “tantos usos”.
Sin embargo, ninguna tecnología se inventa ‘en el aire’: las necesidades económicas y de producción tienen que estar latentes para que equipos de ingenieros, desarrolladorxs de software y fondeadorxs trabajen en conjunto para satisfacerlas.
Así como en el siglo XIX la invención de la máquina de vapor llegó a amplificar (y reemplazar) la capacidad de producción de una mano de obra especializada, del mismo modo —pero con muchos peros y distancias—, el desarrollo de los chatbots y la GenIA llegó a satisfacer una demanda siempre creciente de contenido.
Nick Srnicek en Capitalismo de Plataformas, explica a profundidad cómo es que las redes sociales no son más que la última iteración de ese mismo proceso iniciado en el siglo XIX: cómo la fantasía del crecimiento ilimitado y las “leyes” del eterno progreso en lo digital se sostienen porque estamos en un sistema económico que de verdad sigue creyendo que también hay una mano de obra y un planeta que pueda sostener el crecimiento ilimitado de valor, plusvalía y producción.
Sin un contexto en el que se necesite una máquina que roba al por mayor para no parar de producir contenido que no será leído por nadie más que otros robots en redes sociales, Chat GPT y sus símiles no hubieran logrado aterrizar cómodamente.
Pero también (y esto es algo que por lo general queda fuera de las discusiones sobre GenIA), en un ecosistema económico donde las jornadas laborales y la exigencia de producción para la base laboral es cada vez mayor, estas herramientas que permiten “engañar” al sistema para ahorrarse un par de minutos tampoco hubieran encontrado un mercado fértil.
He asistido a múltiples congresos y he leído infinidad de informes que repiten las mismas frases: estas herramientas de IA van a “liberar” a periodistas, editorxs y escritorxs de lo más pesado y monótono de su trabajo lo que, al punto, les permitirá concentrarse en construir un periodismo más crítico, diferente y “disruptor” como no hemos visto en la historia humana…
Sin embargo, las redacciones se siguen haciendo más y más pequeñas, siguen apareciendo cientos (si no es que miles) de “medios” que difunden desinformación peligrosa para monetizar cada click, y ese periodismo “disruptor”, crítico y diferente no sólo no llega, desaparece sistemáticamente de los ojos de un público que, aunque está necesitado de información, las redes sociales no les muestran otra cosa más que publicidad altamente personalizada.
Como ya lo he escrito en otras entregas, a partir del 2008, los medios de comunicación comenzaron a cambiar profundamente al interior y en su producción periodística para adaptarse de lleno a las necesidades no de su audiencia, sino de las plataformas digitales que prometieron audiencias nunca antes alcanzadas más que por media decenas de medios internacionales. 17 años después, pareciera que es evidente que ni las plataformas cumplieron su palabra de monetización y audiencias increíbles, ni los medios de comunicación cambiaron sus estrategias frente a su evidente declive.
Escribir para algoritmos y no para audiencias: estrategias SEO y el “slop” previo a la GenIA
Desde el segundo año de la pandemia de COVID-19, el reporte anual del Reuters Institute ha mostrado año con año que las audiencias están perdiendo la confianza en los medios de comunicación.
En todos los congresos de periodismo y medios esto “se trata de un serio llamado de atención para la industria”; en todos se habla sobre “el enorme riesgo para la democracia que significa la desinformación y las amenazas a la libertad de expresión”, y se condena seriamente la violencia contra periodistas en toda la región latinoamericana.
Sin embargo, ningún editor o jefe de información es capaz de ver hacia sus propios medios y analizar qué es lo que está publicándose en ellos y en dónde —también— están las amenazas a la libertad de expresión o la desinformación (ni, tampoco, los dueños son capaces de entender la precarización laboral como una violencia sistémica que también afecta directamente la capacidad crítica de sus periodistas).
Desde notas sobre salud con información falaz o abiertamente falsa, hasta notas que se repiten hasta el cansancio en todos los medios (clima, precio del dolar, manifestaciones…), notas sobre “cultura digital” que se limitan a replicar falsedades sobre “retos en tiktok” o rage-bait cobtra poblaciones vulnerables…
Los medios hegemónicos con suficiente poder económico comenzaron a ampliar sus redacciones a partir del 2012, cuando quedó claro el poderío de Facebook y Google. Con la promesa de esas audiencias de millones y su monetización (aunque fuera de milésimas de centavo por click), esas redacciones no se aumentaron para fortalecer la cobertura periodística, sino para crear notas cada vez más desechables.
Estas redacciones tuvieron que ser lideradas por equipos digitales que entendieran la profunda responsabilidad que conlleva la producción de contenido que es leído como periodístico por las audiencias, sin embargo, tuvimos “expertos SEO” que buscaron competencias cada vez más desleales para los medios, las audiencias y lxs trabajadores.
13 años después, estas mismas estrategias se excusan porque “son la forma más estable que tienen estos medios para sostenerse y poder solventar investigaciones serias”, pero cada vez hay menos medios con equipos de investigación activos, cada vez hay menos periodistas que hagan trabajo de campo sobre temas de relevancia pública, a pesar de (o, más bien, debido a) los momentos tan tensos y complejos que vivimos.
Con contenidos reemplazables y, más importante, redactores y periodistas igualmente reemplazables, no es para sorprender a nadie que, de forma poco transparente y sin aviso para la audiencia, múltiples medios empiecen a optar por publicar contenido producido por herramientas de GenIA: los errores, cuando se descubren, son corregidos sigilosamente, pero no hay una comunicación pública ni una fe de erratas.
Menos manos, más contenidos, menos democracia
Para concluir, quiero regresar a la equiparación entre la automatización informativa del siglo XXI y la mecanización laboral del siglo XIX, porque tienen muchos más elementos en común de lo que pudiera verse a la distancia.
Las condiciones laborales de los siglos previos a la Revolución Industrial eran, por decir lo menos, tensas. Con la llegada de las máquinas de vapor y la electricidad (a finales del siglo XIX), explotaron las revoluciones ludistas que siguen siendo mal comprendidas por el grueso de la población.
Como apunta E.P. Thompson en La formación de la clase obrera en Inglaterra, previo a la Revolución Industrial, la hiperespecialización necesaria para cada industria, necesitaba entrenamiento y prácticas constantes que aislaban a los distintos gremios, pero con la llegada de la mecanización, se eliminó la necesidad de conocimientos profundos para trabajar en fábricas. La revolución ludita, entonces, fue una respuesta de una nueva clase social que reconoció lo que luego Karl Marx nombraría como “plusvalía”: la acumulación de ganancias y capital por una minoría alejada y ajena a las condiciones laborales y sociales de la población que trabaja, vive y muere en esas fábricas.
El ludismo no sólo fue una respuesta “contra las máquinas”, sino una revolución profunda contra un sistema económico y social que trajo consigo el despertar de la consciencia de clase de una población históricamente vulnerada. Cada derecho laboral ganado en cada una de las luchas alrededor del mundo se convirtieron en mejoras profundas que dimos por sentadas hasta estos procesos de automatización.
Si el ludismo fue una lucha por la vida en una sociedad mecanizada, ¿cuál será la revolución ludita en un mundo automatizado?