Contar nuestras vidas II: cuando lxs aliadxs invisibilizan
Estamos en medio de una crisis mundial de derechos trans, más que nunca nuestras voces, experiencias y vidas importan, ¿por qué siguen hablando por nosotrans?
Apenas hace 20 días escribía de la importancia de que las voces y vidas de las personas trans sean las que ocupen los espacios en el día de la visibilidad, y la ola antiderechos no nos dejó descansar: “polémicas” alrededor de la participación de mujeres trans en los deportes y una decisión de la Suprema Corte británica puso en el centro de la conversación en temas LGBT+ los derechos trans… sin que en uno solo de esos canales, medios y cuentas apareciera una persona trans.
La normalización del discurso de odio ha consolidado institucionalmente la transfobia no sólo como un mecanismo de control de la sexualidad y de represión de las disidencias sexogenéricas, sino que cada vez más es una apuesta efectiva para ganar elecciones, dividir a un electorado que, por años, ha sido “informado” a través de pánicos morales, y distraer la discusión política de fracasos económicos y políticos al “tema trans”.
Estamos en un ataque frontal contra la dignidad y el mero derecho de existir de las personas en todo el mundo: desde Estados e Inglaterra hasta España, Argentina y la cercanía de grupos transexcluyentes al gobierno federal mexicano… La cobertura periodística —digna y ética— de estos temas es urgente y necesaria.
Sin embargo, al mismo tiempo se necesita una cobertura que no sólo reporte dichos de multimillonarias transfóbicas o que traduzca y resuma artículos de otros medios necesitamos un periodismo serio y profundo que vaya más allá de “generar consciencia”. Necesitamos dar a entender urgentemente cómo es que estas redes de grupos antiderechos se comunican y nutren entre sí, cómo fluye el dinero y las influencias, cómo se organizan discursiva, política y legislativamente.
Pero también necesitamos, con la misma urgencia, de-priorizar la mirada y las voces cisgénero (y transexcluyentes) al cubrir estos temas: sabemos que desmentir pánicos morales con datos no es suficiente para desmontar su potencial de radicalización, sabemos que necesitamos humanizar y ponerle un rostro y una historia a estos datos. Y las vidas de las personas trans son mucho más que simples hechos y datos que contraponer al odio.
Si estamos pensando seriamente en construir contranarraativas y no sólo generar contenido para una estrategia de redes, se debería de priorizar las voces y la presencia de personas trans. Creadores de contenido y periodistas cis tienen que entender que sus voces y sus opiniones sobre la violencia que nos atraviesa no son lo importante y que, al contrario, replican las mismas violencias que denunciamos: la invisibilización, la pornografía del sufrimiento y la fetichización de nuestra identidad.
Esto no es un llamado a que sólo las personas trans cubran temas trans, sino un llamado a desmontar las prácticas que el periodismo y la creación de contenido cristalizan en la cotidianidad de estos oficios. Las personas trans podemos hablar de muchos temas, pero también tenemos que estar siempre al pendiente de las discusiones alrededor de nuestros derechos más básicos.
En una entrevista a dos voces que nos hiciera Silvia Soler, Julianna Neuhauser y yo conversábamos sobre todo lo que quisiéramos escribir y conversar si no tuviéramos que estar constantemente monitoreando y combatiendo la transfobia. Todas las personas trans tenemos temas de experiencia y expertise, tenemos vidas que merecen ser contadas y que son urgentes de ser escuchadas: somos mucho más que objetos de conversación, mucho más que una bandera en un posteo en redes.
De nada nos sirve llamar a una mayor visibilización sin garantía de derechos, pero tampoco nos sirve que nos visibilicen si va a ser bajo la cisnorma.