Los rezagos de la visibilidad: violencias, conflictos y armamentación política de las identidades nb
Cada 14 de julio es el día de la Visibilidad No Binarie, este año no tengo muchas ganas de festejar pero tampoco de quemar cosas. Y quiero explicar por qué
Desde que era pequeñe, aprendí muchísimas herramientas de supervivencia frente a las múltiples violencias que vivía: desarrollar mi inteligencia y mi sentido del humor, reconocer a personas que potencialmente “fueran como yo”, ser feliz en soledad… y ser invisible.
La invisibilidad social, en entornos altamente violentos (o en, más específicamente, entonces *potencialmente* inseguros) era un mecanismo bastante sencillo de realizar pero, al mismo tiempo, demasiado deprimente en la vida cotidiana. Sin embargo, me permitió construir mi personalidad e identidad a mi propio ritmo, trazar estrategias para enfrentarme a las violencias que, inevitablemente, se atravesaban en mi camino y desarmarlas según mis propias condiciones.
Sin redes de apoyo, sin saber nombrar por lo que estaba viviendo, la invisibilidad y la soledad eran las únicas herramientas que tenía para enfrentar a un cis-tema que, definitivamente, no quería que siguiera por ese camino que estaba andando.
Veo las pocas fotos que tengo de mí de los 10 a los 30 años, las todavía más pocas fotos que tengo con grupos grandes de personas y, fuera de un par de momentos muy específicos, fui siempre una persona que se confundía con el fondo, que a veces ve a la cámara, pero que (aún hoy), pone una sonrisa ensayada y falsa porque no sólo no se siente cómode ahí: no quiere ser viste.
Me ha tomado mucho tiempo ir desaprendiendo esas conductas: los mecanismos de defensa que me permitieron sobrevivir toda mi vida, también, se fueron convirtiendo en conductas complejas que me alejaron de gente que genuinamente se preocupaba por mí, o que me impidieron ser viste en momentos donde ese riesgo de existir no era tan apremiante.
Si bien cada persona trans, cada persona no binarie es completamente diferente y todes hemos tenido procesos complejos y diversos, me sigue impresionando cómo muches vivimos situaciones similares en nuestros procesos previos a encontrar cómo nombrarnos y, con ello, como politizar y visibilizar nuestra existencia.
Los costos de la visibilidad
El pasado 14 de julio fue el día de la visibilidad no binarie. Esa semana, del 10 al 14, fue la “semana” de la visibilidad no binarie, y pasaron demasiadas cosas que tardaremos mucho tiempo no sólo en entender cómo ocurrieron, sino en enmendar los daños que protagonismos y falta de responsabilidad provocaron: una marcha infiltrada por partidos políticos y personalidades que negaron el trabajo de muchxs.
Este texto se viene queriendo armar desde entonces, pero entre burn out, desgaste de constantemente estar leyendo nbfobia en redes y mis propias dudas sobre todo lo que estaba ocurriendo, tardó dos semanas más en conformarse un texto.
El martes de esa semana, el 18, participé en un espacio organizado por It Get’s Better México. Y es que nuestra identidad y (parte de) nuestras luchas están convirtiéndose en tema de “discusión” nacional: el único problema es que, como suele ocurrir con temas de grupos vulnerados, ocurre sin nosotrxs y, peor aún, sobre y por encima de nosotrxs.
Ya pasaron casi dos semanas y sigo pensando en qué fue lo que pasó en esas tres horas de conversación: si bien platicamos muchas cosas necesarias y que he conversado con otras personas nb (la utilización política de nuestras identidades, lo cansado de la cis-heternorma, la urgencia de espacios para poder hacer una -también urgente- autocrítica…), surgieron otros temas que a los que no supe responder inmediatamente y que sigo desenredando en mis propios procesos.
Principalmente, la insinuación de que hay socializaciones masculinas que garantizan más visibilidad y privilegios, frente a la violencia constante contra personas y cuerpos feminizadxs en esta sociedad profundamente misógina; porque este tipo de generalizaciones disemina críticas específicas contra personajes particulares (como Ro Banda y el terrible manejo que tuvo de las críticas a la marcha nb, u Ociel Baena y su armamentación política de nuestras identidades nb en trámites burocráticos del Estado) e invisibiliza, al mismo tiempo, que la socialización avanza conforme y conjunto a nosotrans y que, por lo mismo, nuestros procesos identitarios también se reflejan con cambios en cómo la sociedad nos lee y, también, nos violenta.
Cuando cerrábamos, mencioné que necesitamos críticas que nos incomoden, y espacios donde esa incomodidad no pueda ser armamentada: nos urge construir esos lugares de diálogo, pero también nos urge comprender, cada unx de nosotrxs, que los múltiples puntos ciegos con los que nos formamos no van a desaparecer a menos que activamente escuchemos las críticas específicas que se nos hacen.
Nos urge esa comunidad, pero sé que es un trabajo que desgasta, que requiere muchísima energía y habilidades que sé que no tengo. Que me cuesta todo el trabajo del mundo confrontar y negociar… No podemos hablar de visibilidad sin este trabajo comunitario y de autodefensa que un montón de grupos activistas de la neurodivergencia y la disidencia sexogenérica han desarrollado y que han puesto el cuerpo constantemente.
La visibilidad en lo digital y lo político: el dolor de la burla
En muchas ocasiones he escrito que el caso mediático que fue un punto de quiebre para mi trabajo fue la violencia digital masiva que vivió Andra Escamilla, “le compañere”, en mayo del 2020.
En muchas ocasiones he analizado lo ocurrido, y siempre insisto que ese momento (cn la burla, la violencia y el acoso que vino de origen) fue la primera vez que, no desde las periferias sexodiversas, sino desde (y por encima de éstas) el centro y los medios transfóbicos, la no-binariedad se convirtió en un tema nacional.
No voy a repetir lo mismo que he escrito en varias entrevistas y en múltiples textos (lo pueden leer en nuestro informe Polarización y transfobia, publicado por Comun.al). La visibilidad que nos aplastó y para la que no teníamos mecanismos de organización ni respuestas claras se convirtió en una marea constante de violencias generalizadas e, irónicamente, invisibilización.
Tanto en el discurso público, como en medios y en la utilización política de nuestras identidades, las personas no binaries no estamos siendo ni vistes ni escuchades: somos objeto de burla, de “explicaciones” binaristas y cissexistas que ni siquiera nos consideran, de legislaciones que no toman en cuenta nuestra integridad física, política y legal…
Mientras que cientos de personas no binaries denuncian agresiones y discriminación laboral y legal, los medios insisten en darle espacios a personas que consideran chistes nuestra identidad. Esta visibilidad, esta representación que no nos representa no es una cuestión ni de festejo ni de remembranza, sino de furia, frustración e impotencia.
Tokenización visible: cómo es ser nb en espacios laborales cissexistas
Desde hace un par de años, voy siendo más visible en espacios digitales y de periodismo digital: me han entrevistado para hablar de temas LGBT+ y sobre el estatus del periodismo digital en México. Para mí, como escribí en Polarización y transfobia, van de la mano siempre: la condición de precarización del periodismo en México y el modelo de negocios actual está profundamente vinculado a la creación de contenido de odio.
Desde hace más de un año, soy una persona abiertamente trans y nb en mi espacio de trabajo. Desde hace más de un año he batallado y me he desgastado para que se respeten cosas tan sencillas como mi identidad y pronombres: cuando medianamente lo he logrado, inmediatamente las personas regresan al masculino y hacen un comentario “chistoso” porque “es que no le entiendo”.
Desde hace más de un año he luchado porque los valores que dice defender mi espacio de trabajo se vean reflejados en el contenido, pero sigue siendo muy fácil para todo mundo crear contenidos que se burlan, invisibilizan o desprecian los derechos de las personas LGBT+.
Todo, mientras se niegan las violencias y se piden aplausos por contratarme para un puesto con prácticamente ninguna agencia editorial. Sin embargo, cuando se necesita contenidos diversos, soy la persona a la que se busca y a la que la se le exige responsabilidad editorial.
Estas experiencias me han enseñado, más que cualquier convivencia digital, que las personas cis y “aliadas” van a serlo hasta que padecen la más pequeña incomodidad, hasta que la persona vulnerada pide un cambio pequeño en su vida diaria: entonces, pedimos demasiado, estamos exagerando y ‘siempre han sido aliados, pero tienes que entender’…
Visibilidad en nuestras condiciones: el único camino posible
Necesitamos ser visibles también como una herramienta de defensa y reconocimiento colectivo: necesitamos que escuchen la múltiplicidad de voces y opiniones, la diversidad enorme que encubre las múltiples formas de ser, nombrarse y existir como personas no binaries. Necesitamos ser visibles, también, para contrarrestar las narrativas antiderechos que se han ido consolidando y normalizando en otros países y en los medios nacionales.
El pasado 20 de julio, Alok Vaid-Menon se presentó en la CDMX con un show que combina poesía, stand-up y política. La experiencia brutal de su prosa y de su poesía me impactaron de forma profunda, en especial después de semanas en las que cada vez ha sido más difícil existir.
Me quedo con su cierre, que justamente se alinea con una semana de “visibilidad” que lastimó tanto.
Necesitamos ser visibles no para la mirada hetero-cis, no para justificar a cada momento nuestra existencia a los ojos de las personas que nos quieren muertes y fuera del espacio público. Necesitamos ser visibles para saber, entre nosotrans, que estamos vives, que sobrevivimos y que podemos ser capaces de belleza, amor y cariño. Necesitamos vernos, también, para todas las infancias trans y queer, para que no crezcan como nosotrxs: para que sepan que pueden crecer siendo ellxs mismxs, que tienen el derecho de existir, aún cuando vivamos en un mundo que está haciendo todo para desaparecernos.