De ratings, reformas y falacias
A estas alturas, responsabilizar el avance de una reforma política dañina a un reality es hacerle el juego a los grupos que la están empujando
Hay un chiste frecuente en Twitter: hay tres discusiones que inevitablemente reaparecen y se vuelven a discutir como si nunca se hubiera hecho y, cuando se trata de críticas políticas se intersecan con críticas a los contenidos mediáticos, uno de esos temas siempre será que en México “no hay cultura política” porque la gente “prefiere ver un programa de televisión”.
Ese discurso, que se dice en cada elección, cada reforma y cada movimiento social desde siempre se reactivó a lo largo del día por La Casa de los Famosos y la aprobación en la “sede alterna” de la Cámara de Diputados de reforma al Poder Judicial.
Ya sea como memes, como comentarios irónicos o con frases desgastadas, periodistas, analistas, activistas y demás personajes han publicado sin parar quejas que dicen (algunas explícitamente, otras solo lo dejan como guiños e insinuaciones) que los atropellos que Morena y sus aliados están haciendo en la Cámara de Diputados están ocurriendo sin el clamor popular que esperaban debido a que un programa es particularmente viral en redes sociales y rompe semana a semana sus ratings debido a la violencia misógina profunda que se ha visto replicada esta temporada.
Además del obvio clasismo de este tipo de comentarios —porque, en el discurso de estos grupos sociales es evidente que creen que sólo un grupo social es el consumidor de ese programa—, el “análisis” le falla tanto a las personas que quieren entender qué está ocurriendo con la reforma judicial, como a la urgencia de hacer una crítica real y profunda a un programa como ese y las dinámicas que están replicando para millones de personas en televisión nacional.
Las (múltiples) fallas para comunicar la urgencia de la Reforma Judicial
Esta entrada no se va a tratar de la reforma, pero sí creo que es necesario revisar rápidamente qué está pasando con la reforma y por qué, al mismo tiempo, hay un mensaje contradictorio en los medios respecto a ella mientras que, al mismo tiempo, la partidización de la crítica ha hecho mucho más daño en una batalla que ya parecía perdida.
La actual crisis mediática, que prioriza velocidad y cantidad de producción por encima de análisis, contextos y explicaciones, es un terreno fértil para ser manipulado: las declaraciones del presidente, de la presidenta electa y de cada figura relevante en Morena han sido tomadas por los medios y reventadas en los titulares: esto amplificó la línea comunicativa del gobierno —anclada en la muy real inaccesibilidad a la justicia de la mayoría de la población.
“La reforma es al poder judicial porque tienen muchos privilegios” fue el cierre de una confrontación que, desde que tomó la presidencia la ministra Norma Piña, desencadenó el presidente López Obrador. Y todos los medios replicaron sin verificación, sin confrontarlo, todos los ataques en las mañaneras, todos los chistes y todos los comentarios irónicos y -muchas veces- falsos que decía desde Palacio Nacional.
Por otro lado, los partidos de oposición lograban el mismo tratamiento al criticar la reforma, aunque se hiciera desde el tremendismo y con información falsa, también. Pero no sólo no tuvieron la capacidad para secuestrar la agenda noticiosa que el presidente dicta todas las mañanas, sus argumentos nunca fueron asimilados por el público general. Tampoco pasó con las críticas hechas desde la academia y las organizaciones nacionales e internacionales o los señalamientos desde las organizaciones de izquierda y activistas de base, constantemente ignoradxs por medios y castigadxs por los algoritmos en redes sociales.
La crisis del sistema de justicia, como han señalado múltiples personas en decenas de piezas bien investigadas y desde su expertise, está en las fiscalías y juzgados locales. Es ahí donde la gran mayoría de la población tiene su encuentro directo con el poder judicial, y la reforma no va a hacer ningún cambio real en esos espacios, ni en la corrupción de los Ministerios Públicos o en el más de 98% de impunidad.
Sin embargo, la comunicación crítica a la reforma no se ha centrado en ello: tanto en redes sociales como en las columnas de opinión de los principales periódicos —y en los carteles de las marchas— se trata a las personas que votaron por Morena como ignorantes y desde el profundo clasismo sistémico que López Obrador y su partido han sabido armamentar a su favor.
La pésima comunicación respecto a esta reforma va de la mano de la crisis mediática: los medios están fallando de forma cada vez más evidente en discusiones que van a afectar el futuro del país de forma profunda para las siguientes décadas, pero no vamos a ver una cobertura seria y accesible “porque esos temas no dejan”.1
La casa de los famosos y la (tan) urgente crítica de medios
Lo que se ha visto en esta temporada La Casa de Los Famosos pone en evidencia que sí, hay una violencia misógina profunda en nuestro país de la que no se escapan los personajes mediáticos, sino también que no hay límite para la armamentación de estas violencias para obtener ganancias económicas de la televisora y la productora del programa.
El año pasado, cuando Wendy Guevara fue declarada ganadora del programa, no dejamos de ver por semanas las palmadas en la espalda de Televisa por “atreverse” a darle ese nivel de visibilidad y relevancia en la empresa a una mujer trans, a una mujer trans racializada que se hizo famosa sin ningún contacto ni apellido, sino por carisma y su incansable capacidad de adaptarse y aprender. La victoria de Wendy parecía abrir un capítulo nuevo en la relación entre los grupos históricamente vulnerados y los medios, uno que no dependía de la tragedia ni de la nota roja, sino de nuestras capacidades e historias. Pero eso no pasó.
Televisa, pareciera, sí aprendió del éxito de Wendy Guevara: que los prejuicios y el odio se convierten muy fácil en reproducciones, likes y acuerdos publicitarios. La violencia que se virtió alrededor de Wendy en redes sin duda fue parte de los números “récord” que presumió la televisora. Para la segunda temporada sólo tenían que repetirlo y poner en el centro a una mujer trans (o a cualquier otra persona LGBT+) iba a parecer que no había creatividad.
Adrián Marcelo llegó al programa con decenas de denuncias por acoso y agresión sexual, señalado como violento por múltiples excompañerxs de set y su “personaje” en redes dejaba claro qué pudiera pasar si se le dejaba libre en una casa donde la “polémica” y los videos virales son lo que asegura la victoria. Y aún así lo hicieron, y aún así la productora dejó incrementarse la violencia al grado de que el COPRED, el CONAPRED y la Secretaría de las Mujeres lanzaron comunicados exigiendo que se tomen medidas que no se tomaron.
La madrugada del 4 de septiembre, casi un mes después de estos comunicados, Marcelo “decidió” irse del programa y Televisa, luego de perder a UNILEVER (el principal patrocinador del programa), lanzó un comunicado que no sólo presume sus números de reproducciones en redes sociales, se lava las manos de toda la violencia que transmitieron.
La misma situación que imposibilita a los medios de cubrir efectivamente la reforma judicial es la que nos da programas con las violencias que vimos en La Casa de los Famosos: la armamentación del odio y los prejuicios para atraer reproducciones de video y audiencias está acelerando una carrera hacia el fondo en la que nadie de nosotrxs va a ganar.
La crítica de medios implica también entender que el consumo de este tipo de contenidos no está relacionado con una sociedad que “no se defiende”, y que más bien tener esas impresiones y replicarlas sin reparo consolida los instrumentos de movilización de grupos como Morena y López Obrador.
Hay una población profundamente cansada de la impunidad y la violencia, de lo inaccesible de la justicia y la creciente militarización y tienen todo el derecho de tener contenidos que no repliquen las violencias que, muchxs, viven impunemente.
Todo está relacionado, pero no desde una perspectiva paternalista y clasista. Si, como analistas, periodistas, críticxs y “activistas” no son capaces de verlo y su primera reacción al confrontarles es lavarse las manos, mejor quédense calladxs.
No cabe para una pieza que según yo iba a ser corta, pero también es importante (y urgente) señalar que las plataformas digitales de distribución son tanto o más responsables de la actual crisis mediática: Meta, Google, Twitter y otras compañías que prometieron audiencias y monetización y que sólo entregaron explotación laboral y autocensura.