Por qué siguen importando los Muppets
Todo lo que un grupo de títeres de fieltro y Jim Henson me han enseñado
Regresa el newsletter, pero esta semana necesito darme un respiro y dejar de hablar de la constante frustración y dolor que es el monitorear el pésimo, terrible y peligroso trabajo que están haciendo los medios mexicanos. Así que, como debo de escribir, creo que es un buen momento para sentarme a escribir de un universo que ha hecho mucho por mí: vamos a hablar de los Muppets, de la creación sin cinismo y de por qué Gonzo es un queer icon.
Esta semana se estrenó la nueva serie de los Muppets, Mayhem, sigue a la banda del show, Dr. Teeth and the Electric Mayhem, en su camino para grabar su primer álbum después de 40 años de carrera. Y, hasta el momento, se ha mantenido fiel a la idea original de lo que deberían de ser los Muppets: un mundo abierto, inclusivo y tierno pero que se sabe en contraste directo con lo que ocurre a su alrededor, fuera de lo que ocurre en la pantalla (en la que saben que se desarrollan y existen). Platiquemos, pues, de los Muppets, pero antes: por qué importan para mí.
Por qué los muppets importan… para mí
Desde que era muy pequeñe, amaba ver Plaza Sésamo, y crecí viendo el Show de los Muppets en la tele de la casa de mi abuela —la única con cable. Crecí obsesionade con esos personajes: la paciencia de René, los chistes tontos de Fozzie, los actos de circo de Gonzo y las canciones. Mucho de mi humor y de mi forma de construir historias se formó ahí: con las historias “detrás del show” y las participaciones especiales de celebridades que no tenía idea quiénes eran.
Como buena infancia trans, sin palabras para nombrarme ni herramientas o apoyo familiar para desarrollarme plenamente, aprendí a enmascarar: ver más las caricaturas que veían “los niños”, las clases de deportes “para que socializara”, y los cursos de karate para que “me defendiera” (cuando era evidente que la socialización con otras infancias agresoras no iba a llegar a ningún lado). Con ese masking se fueron los Muppets… coincidió, también, con la época en la que la compañía de Jim Henson entró en un periodo complicado: al borde de la quiebra y sin consolidarse la compra por Disney, los 90 fueron una mala década para los muppets.
Cuando, en 2011, se estrena la película escrita y dirigida por Jason Siegel, corrí a verla al cine. Mi novia de esa época muy probablemente no entendió todo lo que estaba pasando conmigo en la fila para entrar a la sala, pero recuerdo claramente mi emoción: en esa fila había gente de mi edad o más grande, con hijxs pequeñxs, y no sé quiénes de nosotrxs tenían más ganas de ver la película.
Desde entonces, algo revivió en mí: empecé a reflexionar cómo es que los Muppets fueron tan importantes, qué veía de ellos en mí y cómo eso fueron las formas de nombrarme sin las herramientas ni las palabras para hacerlo. Como canta Gonzo en la primera película del 79: no hay palabras para los viejos amigos que se acaban de conocer… no tenía, entonces, palabras para las cosas de mí que ya sabía. Pero ellxs sí.
Los muppets vs los muppets: cómo ha cambiado (y no) el universo de Jim Henson
El primer gran logro de Henson y su equipo de escritores y marionetista fue Sesame Street. En 1969, en plena crisis política en los Estados Unidos por la constante y brutal represión policiaca (y militar) de las protestas por los derechos civiles, la televisión pública estadounidense comenzó a transmitir Sesame Street, un show infantil que se desarrolla en una calle imaginaria de la ciudad de Nueva York, racialmente diversa y que opera desde la comunalidad.
La idea original del show, que sigue siendo la misma casi 60 años después, era construir un programa de televisión que, además de enseñar números, colores y letras a las infancias migrantes sin acceso a educación pública, comunicara la necesidad de construir comunidad entre vecinxs: Henson nunca fue sutil en eso, y la selección de celebridades de invitadxs dejaba clara, también, la línea política e ideológica del show.
Sesame Street ha sido pionero en la representación de infancias con discapacidad, seropositivxs, de migrantes y familias interraciales, queer y transraciales.1 Si bien en las últimas décadas, con la compra de los derechos de transmisión en Estados Unidos por HBO/Warner, ha habido un cambio general en el tono del show, poco ha cambiado en la profundidad de su mensaje y la lucha que ha hecho a lo largo de todo este tiempo.
El show de los muppets empezaría unos años después: siempre ha sido un show sobre un show, y lxs escritores parecen escribir siempre considerando que la cuarta pared está ya rota, pero pueden construir sobre el cascajo.
A diferencia de Sesame Street, el Show de los muppets estaba pensado para público adulto: las celebridades, el humor, la construcción alrededor de hacer un show sobre cómo se desarrolla el show que también logramos ver… Sin embargo, ese humor “adulto” no es ni agresivo, ni “maduro”, ni “serio”: lo “adulto” en los Muppets es tratar temas complejos con chistes tontos, peces boomerangs y un chef sueco que nunca logra cocinar nada.
La adultez, en el mundo de los muppets tiene más que ver con la responsabilidad que tenemos sobre lxs demás: es el paso siguiente de la construcción de comunalidad que aprendes en Sesame Street. Construimos comunidad para poder crecer acompañadxs, para tener apoyo y sabernos respaldadxs, pero también necesitamos comprender cómo operamos dentro de esas comunidad, cuál es el papel que desempeñamos y cómo ese papel y esas responsabilidades también son parte de nuestra personalidad y ésta se nutre de la vida comunitaria.
Los muppets de la época de oro (1976 a 1989) se saben en la cima del mundo: vaya, ¡ORSON WELLES HACE UN CAMEO EN LA PELÍCULA DEL 79!, pero las historias que cuentan nunca son sobre la fama, sino sobre los lazos que les permitieron crecer y ser las personas que son.
Sin embargo, algo cambia radicalmente desde la película del 2011: en ella y en todo el contenido que se ha producido de los Muppets desde entonces, estamos viendo la historia de un grupo de celebridades y personajes que saben que su mejor época quedó atrás y no va a volver.
Contrario a lo que haría cualquier otro show, los muppets no lo ven como algo terrible o como un reto para volver a colocarse entre el cariño de las nuevas audiencias. Todo el arco de la película (y de la serie que se acaba de estrenar) gira alrededor de la plena conciencia de que no van a sacrificar su confianza en lxs demás ni el corazón de sus procesos creativos para regresar a la fama.
En el sentido más literal, vemos la historia de famosxs en decadencia, pero plenxs, amables y llenos de cariño por la gente que sigue a su lado.
Los Muppets son un caso extrañísimo en un mundo plagado de contenido cínico y desarrollado sin otra cosa en mente más que la explotación de la nostalgia. Sí: evidentemente es un producto de su tiempo y refleja una época en la que había otras formas de hacer entretenimiento, y sí, Disney lo sigue explotando con toda la intención de vendernos nostalgia.
Pero lo que construyó Jim Henson y lo que sus herederxs creativxs han defendido es esta otra forma de ver el mundo, una que hace de la esperanza, la comunalidad y los lazos de amistad y corresponsabilidad una forma de sobrevivir y vivir plenamente, aún mientras huyes de un empresario que quiere vender ancas de rana.
P.D. Todo lo que Gonzo me enseñó sobre ser queer
Probablemente le debería dedicar todo un ensayo a esto, pero no quería cerrar este texto sin escribir rápido sobre Gonzo.
Por años, Kermit y Fozzie fueron mis muppets favoritos, pero Gonzo siempre tenía un lugar especial en mi corazón: ya fuera por su personalidad, por sus retos imposibles o por el cariño que siempre le tenía a su gallina Camilla, pero algo tenía que me llamaba.
Hasta que me nombré una persona no binarie y empecé a ver hacia atrás en mis recuerdos, fui dándome cuenta de muchas experiencias que fueron formando mi persona y mi identidad, y en muchos momentos, Gonzo estaba ahí.
Canónicamente, Gonzo no es mujer ni hombre, no tiene una especie determinada y es un “lo que sea”, en la película del 79 Kermit dice que “tiene algo de pavo, pero no tanto”. Gonzo reta a la heteronorma desde que existe sin otro reto más que existir plenamente.
Gonzo y su experiencia de no tener las palabras para nombrarse, pero saberse diferente es un paralelo al mismo tiempo tierno y doloroso de la experiencia trans en nuestras infancias: sabemos que no somos como lxs demás, pero no logramos entender la razón ni, tampoco, qué somos, cómo somos o si habrá alguien más como nosotrans.
Para mí, crecer viendo a Gonzo tener amigxs, ser celebrado por quien es por las personas que ama fueron algo similara una “guía”: sí puedo ser amade, sí puedo ser sólo y nada más quien soy y habrá quien me ame.
Y sí hubo. Y sí lo soy: a whatever.
Gracias, Jim Henson. Los muppets importan, porque lo construyó Henson fue una posibilidad, fue amor y fue absurdamente radical. WAKA WAKA.
Me refiero por “transracial” a las familias blancas que adoptan a infancias racializadas y que las crían como personas blancas, tratando de ocultar, ignorar o superar la racialización.